Me he colocado, por si llamas, el móvil en el bolsillo de la camisa, a la altura del corazón. No es por sentirlo mejor, que va, es por si acaso, la vibración, la descarga, me produce un paro cardiaco. No puedo imaginar mejor final: infartado por una llamada tuya. No puedo imaginar peor destino: muerto ya, sin poder escuchar, una vez más, aunque fuera la última, tu voz.
Ahora, sólo necesito un milagro: que con tus dedos pulses las teclas, marques mi número y realices la llamada.
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