Esta mañana se ha sabido, lo he visto en ABC News mientras desayunaba mis cereales, mis Kellogs de toda la vida, porque yo soy muy tradicional en eso y no tolero los Cheerios ni esos Weetabix: mientras Mancuso aguardaba al veredicto de su juicio, acusado de corrupción por aceptar un soborno a cambio de no poner una multa de tráfico en la localidad de Anchorage, el patrullero Mancuso –sí, ese patrullero Mancuso- se ha colgado en su celda. Durante la vistas previas apareció desmejorado, hinchado por un tratamiento de corticoides, sudando abundantemente, con temblores nerviosos a causa del mono que le producía el abandono de su adicción a los barbitúricos, y con un descomunal bigote, descuidado, que le colgaba del labio superior como dos boñigas de perro: laxo y marrón.
Dejó una breve nota en su celda, junto a su cadáver que todavía se bamboleaba del techo: papa, al final acabé como tú.
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