jueves, 28 de julio de 2011

Patrullero Mancuso


Esta mañana se ha sabido, lo he visto en ABC News mientras desayunaba mis cereales, mis Kellogs de toda la vida, porque yo soy muy tradicional en eso y no tolero los Cheerios ni esos Weetabix: mientras Mancuso aguardaba al veredicto de su juicio, acusado de corrupción por aceptar un soborno a cambio de no poner una multa de tráfico en la localidad de Anchorage, el patrullero Mancuso –sí, ese patrullero Mancuso- se ha colgado en su celda. Durante la vistas previas apareció desmejorado, hinchado por un tratamiento de corticoides, sudando abundantemente, con temblores nerviosos a causa del mono que le producía el abandono de su adicción a los barbitúricos, y con un descomunal bigote, descuidado, que le colgaba del labio superior como dos boñigas de perro: laxo y marrón.

Dejó una breve nota en su celda, junto a su cadáver que todavía se bamboleaba del techo: papa, al final acabé como tú.

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