No: nunca me canso de viajar en metro: los chirridos, la herrumbre,
las tinieblas de neón y los húmedos túneles. Los andenes polvorientos y
los pasajeros tristes, serios: ademanes y muecas que se acentúan a las
primeras horas del día, molidos por el amanecer, o machacados de
cansancio: empachados de la jornada que termina.
Vago por los pasillos enormes, casi eternos, de los transbordos: entrelazo las líneas más antiguas y oxidadas, me muevo cosido a las más modernas, las que se clavan en lo más profundo del subsuelo.
Algunas mañanas consigo despertarme temprano: antes, incluso, del turbador amanecer. Así, logro capturar el primer tren del servicio. Apenas un puñado de viajeros ocupan los coches.
Despertarme temprano me abrió un apetito voraz: no resulta extraño, ya que soy de un apetito voraz. Logré desayunar algo en el bar de la estación de Cuatro Caminos: del suelo rescaté unos corruscos de pan duro y algún que otro sobrecito de azúcar medio lleno. Tuve suerte y pude capturar unos trozos de porra que se le cayeron al suelo a un hombre que leía absorto su diario deportivo.
He metido la pata: pero tenía hambre: desde esta mañana no había comido nada: me introduje en aquel cajetín seducido por su buen olor: creo que era sebo de caballo o tocino... pero eso no es más que para disimular y esconder el amargor de la estricnina: este veneno no surte un efecto inmediato: así, las ratas no asocian la muerte de sus congéneres con la última comida: no relacionan el exterminio con el veneno y continúan mordiendo el cebo: engañadas: ingieren la sustancia y perecen horas después, en su miserable agujero con el sistema nervioso desquiciado.
Yo he picado: he picado en el IBYS 2000.
Mi pardo vientre peludo se inflama por momentos... estoy a punto de morir: entre convulsiones descubro el motivo de mi amor por el metro: permanece tranquilo y en reposo bajo la tierra como los muertos en sus ataúdes y en los tranquilos cementerios: por eso me gusta tanto: un subsuelo junto a todas esas alcantarillas repletas de cieno y detritus en las que se amontonan miles y miles de chillonas ratas: el metro está cerca de las ratas: cerca de sus madrigueras: muy cerca...
Tan cerca como que yo soy una de ellas...
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