Mientras conduzco, te despiertas sobre tu sudario de semen. Te revuelves, buscas y -tristemente para mí- encuentras su cuerpo a tu lado: a ese lado que me aniquila. Yo: continúo por la autovía, me alejo de esos pedazos de corazón esparcidos a lo largo de mi rastro. Mil esquirlas de te quiero clavadas en no sé muy bien que recuerdos... Tras de mí quedan los desvíos como tras de ti las palabras, las palabras que se ha llevado el viento de unos amores furiosos. Reflejos en el retrovisor como los de tu pelo a la luz de la luna. Esta noche la luna es una mierda.
Si la noche es un momento tan frío para ti como lo es para mí...
Él, profundamente dormido, se revuelve. Lo abrazas. Posas la cabeza sobre su pecho y cierras los ojos plácidamente. Rebosas tranquilidad. La luz de la luna ilumina tenuemente la habitación que huele, agria, a sudor. Afuera, la noche es tan fría...
Si la noche es un momento tan frío para ti como lo es para mí...
Te sumes en un reposado y satisfecho sueño. Sientes su cuerpo caliente, lo sientes latiendo al lado. Apresado por tus brazos.
Sigilosamente penetro en Bilbao. Ciudad desierta. Muerta en la dolorosa y fría madrugada del norte. Me detengo en un solitario semáforo en rojo que a gritos clama atención. Bajo la ventanilla y un gélido aire me azota, reforzado con cierta pestilencia: la ría está cerca. Sobre mi cabeza la luna parece advertirme de tu existencia colgada, aferrada a mi alma. Tu recuerdo es la luna.
Esta noche la luna es una mierda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario