Francisco Krafka, hijo bastardo de Hermann Kafka, es decir: hermano de Franz Kafka, el escritor, durante unos años paseó su indigencia por España, en donde se hacía llamar Paco Krafka. Y aquí, claro, nadie, podía ni imaginar que ese Krafka tuviera algo que ver con el Kafka del escarabajo y todo eso porque, sencillamente, es que no sabían ni que existía el Kafka del escarabajo.
Hermann Kafka, el padre de Francisco y de su hermano el del escarabajo, tenía una tienda en la Plaza Mayor de Praga y, tras el mostrador, y no una sino varias veces, se benefició a una muchacha que solía acudir para comprar un cuarto de pepinillos en escabeche. Así que, cuando nació Francisco, el padre no quiso ni oír hablar de la criatura y repudió a ambos: bastardo y madre. Aquí, la historia de Francisco Krafka se torna oscura, ni siquiera se sabe el motivo por el cual adoptó ese extraño apellido de Krafka y no mantuvo el original de Kafka, que sin duda le habría dado algo más de lustre. Ahogado en la indigencia, siendo un adolescente, entró en España por Sagunto y recabó de arenero, tras mucho vagabundeo, de la plaza de toros de Valencia. Unos dicen que en España, Krafka, se echó novia, pero nada se sabe a ciencia cierta. Bueno algo sí que se sabe: que un tiempo después, Francisco, o Paco si se lo prefiere, Krafka, retornó a Praga y se arrojó al río Moldava desde el Puente de Carlos, al estilo del mártir Nepomuceno: sin embargo no flotaron lucecillas beatíficas en el lugar de su ahogamiento, y su cuerpo fue recuperado varios kilómetros más abajo, atravesado en una represa, hinchado, enceguecido por los picotazos de los barbos, tumefacto, con el cuello roto como una de esas marionetas del teatrillo oscuro que se representa en Praga y, mientras una grúa elevaba su corpachón que chorreaba agua y lodo del canal, su hermano acababa de garabatear en una cuartilla las primeras frases de, ya saben, lo del día en que Gregorio Samsa despertó convertido en insecto y toda esa historia…
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