-Mire, al principio pedía por aquí, rondaba por la parte de atrás del Pizza-Burger revolviéndome la basura, buscando sobras y poniéndomelo todo perdido. Así que, un día, me harté: es cierto que su aspecto era raro, pero no me importaba si era buen trabajador. Le dije si quería trabajar duro y salir de la miseria y me dijo que sí. Le pregunté si tenía papeles y entonces caí en la cuenta de quién era cuando me contestó: No tengo nada, estoy hecho de hojas y barro, me dieron vida hace muchos años, siglos, en Praga, y no se qué ha ocurrido que ya no han podido desactivarme. ¡Coño! ¡Era el Golem de Meyrink!, grité. ¡Chsss, chsss!, ¡cuidadito!, me chistó, con lo que revienta que me chisten, pero, bueno, se lo perdoné. Soy el Golem, es cierto, pero eso de Meyrink, unas narices, que él sólo escribió una novela sobre mí, tal vez de las más famosas o afortunadas, acertada, si lo prefiere, pero me dio vida el rabino Löw de Praga una noche de Sabbath… ¡Corta el rollo, agarra la fregona y a limpiar los váteres!, le ordené. Y así, hasta hoy. Véalo, ¿a que da gusto el verlo despachar? Poco a poco me fue ganando la confianza, y lo metí tras la barra, a servir hamburguesas y pizzas. En principio, que estuviera hecho de barro y tierra y mierdas de esas era un problema porque a veces se le caían pedazos en las comida o, lo que es peor, en el interior de los refrescos y la gente se quejaba de que en su Coca-Cola había aparecido una rama, un helecho o una pella de barro. ¿Sabe como lo solucioné? Subí el aire acondicionado a tope. Por eso notará usted este fresquete en el local, pero merece la pena, porque trabaja incansablemente: cinco empleados que me ahorro... ¿En invierno? Pues este invierno no sé lo que haré, la verdad, porque no podemos estarnos con el aire acondicionado todo el santo día…
No hubo lugar al problema invernal: el Golem, como era corpulento e incluso algo peludo, empezó a darse cuenta de que la gente cuchicheaba al verlo, que les recordaba a Chewbacca, el mamarracho ese de la Guerra de las Galaxias. Él, al principio, no sabía quién era esa tipo, pero un día lo descubrió porque aparecía en el reverso de un vaso promocional. Sí que se parecían, sí, tanto que abandonó el Pizza-Burger de Parla en el que trabajaba y puso rumbo a Hollywood, en donde se hizo un nombre y granjeó una fama bien ganada como doble, al principio, y como el propio Chewbacca después, pues de un manotazo bien dado le arrancó la cabeza y acabó con el actor que rellenaba el disfraz y se apoderó, así, del personaje para siempre.
Si se tiene suerte, uno puede verlo por las tardes (las mañanas son muy calurosas para su pelaje) cerca a la zona de Rodeo Drive, dejándose hacer fotos por los turistas, vendiendo globitos o protagonizando alguna campaña publicitaria que le ha dado dinero para comprarse una casa con piscina en Ocean Drive, en lo alto de una colina. Desde allí, mientras abrillanta su pelambrera con champú al huevo, el Golem contempla el atardecer y recuerda los tiempos en los que vagaba y aterrorizaba por las callejuelas estrechas del gueto de Praga, con sus humedades y su peste a orines. Y recuerda su etapa como dependiente, friendo grasientas hamburguesas y apelmazadas y correosas pizzas. Por cierto, el Pizza-Burger de Parla ha quebrado. En su lugar han puesto una tienda de teléfonos móviles y un enorme cartel de Chewbacca patrocina y anuncia el último juguete electrónico de moda.
No hubo lugar al problema invernal: el Golem, como era corpulento e incluso algo peludo, empezó a darse cuenta de que la gente cuchicheaba al verlo, que les recordaba a Chewbacca, el mamarracho ese de la Guerra de las Galaxias. Él, al principio, no sabía quién era esa tipo, pero un día lo descubrió porque aparecía en el reverso de un vaso promocional. Sí que se parecían, sí, tanto que abandonó el Pizza-Burger de Parla en el que trabajaba y puso rumbo a Hollywood, en donde se hizo un nombre y granjeó una fama bien ganada como doble, al principio, y como el propio Chewbacca después, pues de un manotazo bien dado le arrancó la cabeza y acabó con el actor que rellenaba el disfraz y se apoderó, así, del personaje para siempre.
Si se tiene suerte, uno puede verlo por las tardes (las mañanas son muy calurosas para su pelaje) cerca a la zona de Rodeo Drive, dejándose hacer fotos por los turistas, vendiendo globitos o protagonizando alguna campaña publicitaria que le ha dado dinero para comprarse una casa con piscina en Ocean Drive, en lo alto de una colina. Desde allí, mientras abrillanta su pelambrera con champú al huevo, el Golem contempla el atardecer y recuerda los tiempos en los que vagaba y aterrorizaba por las callejuelas estrechas del gueto de Praga, con sus humedades y su peste a orines. Y recuerda su etapa como dependiente, friendo grasientas hamburguesas y apelmazadas y correosas pizzas. Por cierto, el Pizza-Burger de Parla ha quebrado. En su lugar han puesto una tienda de teléfonos móviles y un enorme cartel de Chewbacca patrocina y anuncia el último juguete electrónico de moda.
Pobre Chewbacca, un respeto. Curiosa mezcolanza en el blog: Fante (John, Dan) y el tío Buk. Me gusta
ResponderEliminarBueno, ya sabes que John Fante era el ídolo e inspirador de nuestro tío Buk, así que todo queda en casa... y por supesto, todo mi cariño y respeto al Felpudo con Patas, que es entrañable.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, me alegro que te guste.