martes, 9 de agosto de 2011

El Club Med de Phileas Fogg


Phileas Fogg, ese bobo, tonto y atorrante, pagado de sí mismo, señoritingo, se arrojó, para alivio de muchos de nosotros, desde lo más alto de la Torre Eiffel, y no vean como nos alegramos y lo celebramos. Incluso yo, tan poco dado como soy a los gastos, me regalé una botellita de Möet porque, simplemente, era una cosa de justicia. Ese papanatas engreído pensó que iba a enriquecerse en el mundo del turismo por el mero hecho de haber dado la vuelta al mundo en esa novelita, sí novelita, de éxito, pero novelita de aventuras al fin y al cabo, muy alejada del Ulises o del Thackeray o del Sterne… creyó que haber dado la vuelta al mundo de una forma literaria, haber salvado a una princesa de la pira y cuatro memeces más, le daban derecho a montar un imperio de Clubs de Vacaciones, al estilo del Club Med, pero claro, a él le influyó mucho la lectura de Plataforma, de Houellebecq, y se creyó que las leyes no existían en Tailandia y que podía organizar su particular Club Med de turismo sexual porque era Phileas Fogg y todo eso de la vuelta al mundo… en fin, asediado por el proceso judicial, cubierto de ignominia, arruinado, desmembrado su imperio hotelero de prostitución, ayer, bien temprano, saltó desde la Torre Eiffel: quienes lo presenciaron (y que nada hicieron para evitarlo porque se había convertido en un paria, en un intocable, en un personaje odioso) dicen que maldijo, primero a Houellebecq para, después, eso dicen quienes lo vieron, aunque quién puede saberlo, se dicen tantas cosas… para después: cagarse en su padre, es decir: en Julio Verne:
Y pegar el salto.

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