Dicen que el amoniaco es la sensación olfativa que más se aproxima al dolor:
pues bien:
vosotras dos, sí vosotras dos, en otras eras, en las eras del odio:
fuisteis mi amoniaco:
mi dolor: mi muerte, mi guerra y mi destrucción.
Sí vosotras dos, sobre todo una:
la que me maltrató con sus heridas brotadas de su boca.
Si: vosotras, las dos:
cebadas en mi cuerpo, hincando aguijones y desprecios, esparciendo la malaria sobre mis venas.
Falsas profetas:
de falsos amores:
sacaron mis vísceras:
se hartaron con ellas:
hicieron tasajos de mi corazón:
hundieron los hocicos en mis restos ensangrentados:
como hienas:
sus cánidos:
fueron amoniaco.
Amoniaco puro.
Ahora:
hoy:
tú.
Tú:
por un breve instante:
no se necesitaba más:
supiste ser mi amoniaco:
otro amoniaco bien diferente, sanitario y administrado por benéficas manos:
amoniaco desinfectante:
amoniaco de vida:
me abriste en canal:
vertiste ese amoniaco:
limpiaste con estropajo:
me lloraste dentro:
entré en tus venas: entraste en mis venas:
mezclamos nuestras sangres:
y me alumbraste
a
la vida.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¡IMPRESIONANTE! ¡Qué inmenso dolor pueden causarnos los seres que más amamos! Claro está que es por ésto mismo, por lo que nos lo pueden causar y valga "la repugnancia" Y... en contrapartida también tienen el extraño poder de cauterizar la herida con la caricia de una mirada.
ResponderEliminarOtro texto que nace de un momento d epresunta luz al final del túnel... lástima que esa luz era otra gran mentira.
ResponderEliminarDuele mucho.
Borraste el primer comentario!!!!
Ahora ya no sabré que ponía!
Pero gracias de todas formas.
jajajaja!!! Ni yo lo sé.
ResponderEliminarBueno, cumplió su función,alumbrar
...Si breve....