CENTRO DE SUBSUELO. SEGUNDO TURNO DE TARDE:
16:00
vázquez me vio llegar por el pasillito que da acceso a la sala de control, compuso su habitual mueca de asco, se levantó parsimonioso y me comentó las novedades: “no hay nada nuevo”, me dijo, y se marchó a su casa y en las galerías y los subterráneos las mismas ratas y el fango, las carretillas y los sacos de cemento y ladrillos que contemplo por las cámaras de vigilancia, sí, las mismas ratas e insectos y es muy posible que sientan algo por mí, es muy posible, es posible
una alarma de movimiento, una alarma de volumétrico salta, es una rata juguetona, una rata feliz que ignora el trágico momento en el que el veneno, un poderosísimo hemorrágico que ingirió esta mañana junto al túnel del metro, le haga efecto porque a todos nos hace efecto el veneno que ingerimos, tarde o temprano, y la rata se lo tomó camuflado en un trocito de tocino que se encontraba albergado en el interior de una trampa, justo al lado de uno de los andenes de la más vacía que de costumbre estación de metro, vacía por ser festivo y ese vacío, con tan sólo una poca gente endomingada a la espera del tren, fue lo que la llevó a comer el veneno porque en un día de fiesta con tan poca gente es muy poco probable morir envenenado se dijo y
glum glum
de dos lametazos el tocino adentro y los anticoagulantes que inmediatamente comenzaron a deshacer su sistema vascular y ahora la rata corretea contenta aun, pero en unas horas correrá desesperada sintiendo llegar la muerte en el vómito sanguinolento
y cayendo en la cuenta de lo equivocada que estaba:
sí que se puede morir y ser envenenado en un día festivo
18:00
veo retorcerse a la rata frente al monitor, unos segundos de agonía y listo, enseguida comenzara a descomponerse y con los gases de un par de horas de putrefacción saltarán alarmas de gases, de sulfhídrico exactamente, tantas molestias por una vulgar rata envenenada y un sistema de alerta de miles de euros alarmado por el cadáver de un ser tan ínfimo y al verla agonizar no puedo evitar pensar que, en efecto, somos como ratas, somos ratas como ratas envenenadas o como ratas a las que pronto envenenaran, porque siempre nos encontramos ante tres o cuatro vasos de veneno que ingerimos pensando que sean agua, incluso pensando que en un día festivo nadie, nunca, nos dará veneno, y salimos indemnes de un trago y de otro y de otro más hasta que un día,
sin saber como
nos tragamos el veneno
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