jueves, 8 de marzo de 2012

7 Segundos de Condena (4)


4. Condena Perpetua.

a) MÍRAME A LOS OJOS Y DIME...

El teléfono apenas sonó un par de veces en casa de Jorge. Su padre descolgó el auricular angustiado. Era la llamada que esperaban desde hacía tanto tiempo. Por fin, un idiota se dejaba la piel en algún sitio (en Moncloa, bajo un puente) pero no los ojos. En el hospital donde Jorge aguardaba impaciente se inició la actividad. En pocas horas, dos médicos de siniestro aspecto trajeron mis ojos en una nevera. Bolitas de billar con visión nocturna. La operación fue un éxito. En unos días, Jorgito vería de nuevo a su novia.

Carreras por la carretera de La Coruña, a las cinco de la madrugada. Cargados de cocaína y whisky. Cargados de valor y orgullo. Un beso en la boca y pisar el acelerador a fondo. Billetes de cinco mil billetes de cinco mil billetes de cinco mil billetes de cinco mil billetes de cinco mil...

Allí se dejó Jorge los ojos. En una curva tomada casi a doscientos, en dos trompos y dos vueltas de campana. En una cuneta. Entre hierros. Afortunadamente -cinco meses después- yo tuve a bien pegar un salto contra el destino que indultaba la condena de Jorge a la ceguera. Los billetes de cinco mil instalaron mis siempre melancólicos ojos en el lugar de los suyos. Ahora podrían (por segunda vez) captar algún SOS. La primera llamada que percibieron fue la de Virginia. De nuevo leía Virginia su renovado amor en el fondo de unas pupilas, las que una vez pertenecieron a un imbécil que se inmoló, que así regaló a la estúpida pareja nuevos motivos en los que gastar sus billetes de cinco mil. Realmente, yo no merecía mis pupilas.

Mis ojos navegaban dentro de los de Virginia. Jorge podía ver y besar esos labios de nuevo, sin posibilidad de fallo. Mis iris, mis pupilas que se hundieron irremisiblemente en los ojos de ELLA resurgían ahora del naufragio con furia. Aquellas miradas entre ELLA y yo se repetían ahora entre Virginia y Jorge. Disfrutaban de una segunda oportunidad que yo jamás obtuve. Yo nunca merecí una segunda oportunidad.

La historia de Jorge y Virginia se mantuvo durante un tiempo. Poco tiempo. El podía contemplarla en toda su belleza y esplendor, pero también podía ver a otras muchas mujeres. Así de desagradecido es el amor. Virginia sorprendió a Jorge con otra chica. En un arrebato de ira, en una absurda pelea, Virginia le sacó los ojos a su Jorge con unas tijeras. Ciego de nuevo.

Iris rasgados. El recuerdo en la retina pertinaz y permanente. La imagen de Virginia se destruye en un caleidoscopio de sangre. La imagen de ELLA, tanto tiempo atrapada en aquellos ojos, salta anegada de dolor. Rajada de parte a parte. Mis ojos reventados. Pinchados. La oscuridad, siempre sumido en la oscuridad, incluso en mitad de la luz. Su recuerdo se quiebra como un espejo al que un ladrillo hace añicos.

No más fases de movimiento rápido, no más parpadeos insistentes, no más lágrimas, no más SOS capturados al azar en clases de latín o entre las blancas habitaciones de un hospital. Tijeras que cortan la esperanza de ver -aunque sea gracias al nervio óptico de otro- un poco de amor y felicidad. Realmente, yo no merecía mis ojos. Todo negro... TAN NEGRO COMO EL TÚNEL QUE ME ALEJÓ DE ELLA.

La sombra del fracaso es negra como sus ojos negros que ahora no envían ningún mensaje de socorro. Envían un jersey a su marido por su cumpleaños. Envían humo de tubos de escape en un atasco. Envían horas perdidas de soledad. Me envían a mí al fondo del túnel.

Ya no más "mírame a los ojos y dime..."

Ojos, bolas de billar negras que con sus dedos introduce en el agujero del dolor y la desesperación. Unas tijeras cortan y rasgan los pocos hilos que me conectaban a este mundo.

RASGAN RASGAN RASGAN

CORTAN CORTAN CORTAN

RAJAN RAJAN RAJAN

Me hieren.

b) ...TU ERES MI CORAZÓN (AUNQUE YA NO LATES POR MI)

Mi corazón tampoco fue capaz de sobrevivirme. Incapaz de remontar la condena a muerte. Fracasó porque tenía un nombre grabado de ventrículo a ventrículo -esta fue la causa-. El trasplante no tuvo éxito. El paciente murió. Y con él, mi pobre, envejecido y débil corazón. Tan sólo un músculo que me condujo a reventar contra las aceras. Un músculo que me llevó a arrastrarme por el pavimento. ÉL FUE EL CULPABLE. Ese estúpido músculo. Realmente, yo no merecía mi corazón.

El músculo cardíaco, mi músculo cardíaco, no estaba preparado para muchos trasplantes. Era un corazón atemorizado, encogido, acobardado, destrozado y desbocado por el ansia y la locura. Por la obsesión. Por tardes enteras de espera a que sonara el teléfono (y que nunca llegó a sonar). Esquilmado por oscuras noches en mi habitación en las que deseaba averiguar por qué lugares de Madrid se deslizaba ELLA. Por días enteros sin verla, con la esperanza rota y con el deseo vivo de que siempre aparecería en el último instante -tras la esquina, el portal, el coche que frena de golpe frente a mí, la barra de un bar...-. Por la ilusión de que eternamente seguiría ahí... esperando, buscando, aguardando.

Su nombre grabado en cada fibra roja sangrante de mi corazón. Grabado con paseos solitarios por la ciudad, grabado al odiarme frente a los cristales de los escaparates de los grandes almacenes, grabado al atardecer sin ELLA, grabado al amanecer somnoliento, tatuado al suplicar, al llorar, al morir...

Para Virginia resultó fácil mantener a su Jorgito al lado. Mientras no viera nada no elegiría a otras. Enganchado continuamente a los cuidados médicos de Virginia, ella sí que logró inmortalizarse a su lado. Si Jorge recuperaba la visión, lo perdería. No dudó, entonces, a la hora de sacarle los ojos, sus ojos, también mis ojos. Llenos de borra y pelos, plagados de inmundicia al caer sobre la alfombra.

MAYDAY, MAYDAY, mis ojitos se están llenando de pelusas de moqueta raída.

Mi intención siempre fue que me donaran a los estudiantes de medicina. Alguno descubriría restos en mi mano derecha -entre las uñas-, fluido derramado en memoria de ELLA, cuando el amor desbordado por el deseo nos convertía a ambos en algo más que dos seres que se quieren en silencio. Nos convertía en dos personas que graban los nombres en sus corazones a la luz de la luna, al calor del alumbrado de las farolas de las calles. Que nunca olvidaban, entonces, que se querían... hasta la llegada de aquel túnel de metro. Túnel que apagó las brasas rojizas de mi corazón, cicatrizó su nombre en mi corazón. Desde entonces comencé a luchar. A luchar por un sentimiento. A LUCHAR POR AMOR. Aunque ni tan siquiera estaba ya junto a mí. A mi corazón le daba igual. NUNCA PUDE BORRAR MIS SENTIMIENTOS. Continuaron los latidos hasta el porrazo final contra el suelo. Y aún duraron un poco más en el pecho de otro. Pero jamás latiría mi corazón por otra. Siempre palpitaría por ELLA. Exclusivamente por ELLA.

SIEMPRE LATIÓ POR ELLA.

TAC-TAC-TAC (LATIDOS con sordina, sangre arterial que se bombea, sangre irradiada hacia los pulmones, brazos, piernas, sangre que recorre mi cuerpo en una operación que se repite miles de veces en mi vida por ELLA y sólo por ELLA)

TAC-TAC-TAC (latidos por ELLA, latidos por ELLA, latidos pesados y aburridos por ELLA, sístole diástole y venas y arterias que se resisten a que mi cansada sangre las transite al compás de una llamada telefónica o al ritmo de las gotas de agua que caen en la tormenta de los sentimientos)

TAC-TAC-TAC

TAC-TAC-TAC (al compás de los frenos del metro, ralentizado con un abrazo, hinchado por mi amor por ELLA, herido, dilatado y reventado contra las aceras)

TAC-TAC-TAC(amor-odio-rechazo-incomprensión-rechazo-flechazo-rechazo-sístole-diástole-rechazo-silencio-recuerdos-perfume-lágrimas-rechazo-pasividad-rechazo-impotencia-rechazo-sangre-nervios-agonía-desesperación-rechazo-rechazo-rechazo-pesadillas-rechazo-esfuerzos-rechazo-rechazo-rechazo-rechazo-rechazorechazorechazorechazorechazorechazorechazrechazo ...pese a todo nos amábamos)

RECHAZO

PESE A TODO NOS AMÁBAMOS

TAC-TAC-TAC

TAC-TAC-TAC

TAC-TAC-tac

TAC-tac

Tac ...

c) LOS PROCESOS QUÍMICOS (EN CIERTO MODO OTRO EPÍLOGO)

El hígado también naufragó en las nauseas, la baba y el moco del vómito del alcohólico. En la cirrosis más activa. En la cirrosis más atractiva.

Con ello, todas mis posibles esperanzas de seguir con vida en otros cuerpos se desvanecían por completo. RECTIFICO: LA ESPERANZA ES LO PRIMERO QUE SE PIERDE. Era mi condena perpetua al fracaso. Incapaz de perpetuarme, de aguantar...

Me pregunto si mis órganos estaban impregnados de la misma cobardía con la que afronté la vida. Con el mismo escaso valor, con tanto miedo, indecisión y fragilidad. Por ello, mi corazón se quebró apenas transcurridos dos o tres latidos en el interior del nuevo cuerpo, tras un sobrehumano esfuerzo por recuperar su funcionamiento. Reventó. No admitía el sufrimiento de latir con ese nombre grabado, excepto si palpitaba en mi ser. Ni aguardó a que el cuerpo nuevo mutara ese nombre por otro. Ya no deseaba más grabados, más esperas, más desengaños. Pinchó, paró, se detuvo. Esta fue la única manera de borrar lo escrito en sus membranas. De nada valió el picotazo de insulina -inútil picotazo de insulina- ni las descargas de alto voltaje -estériles descargas de alto voltaje-.

LE FALTARON VALOR A MIS OJOS EN OTRAS CUENCAS como les faltó el valor a mis ojos dentro de sus propias cuencas. Fueron tan cobardes como yo siempre lo he sido. Rodaron por segunda vez por los suelos. Sobre una despeluchada moqueta. Se llenaron de borra. MAYDAY, MAYDAY... sí, también le faltaron valor a mis ojos en sus propias cuencas, pero eso es otra historia.

Mi hígado no aguardó a realizar sus procesos químicos habituales. Prefirió anegarse en whisky como antes se ahogó en amor y odio. Se quebró exactamente por la mitad. Se desmenuzó en partículas y truncó -condenó- mi deseo de subsistir en otros. Realmente, yo no merecía mi hígado. Paté de desengaño. Fuagrás de fracaso. Cubitos de hielo ahogados en amoniaco.

Estoy dentro del cerdo Cuto. Mis partículas se encuentran adaptadas a una de sus poderosas patas traseras. Dentro de poco tiempo seré un buen jamón. PERO POR AHORA SOY UN CERDO.

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