*Esta reseña apareció en achtungmag.com:
http://www.achtungmag.com/the-sleeping-philosophers-zenda-sueno-la-musica-produce-belleza/
El
disco
Zenda es el cuarto trabajo del proyecto musical The Sleeping Philosophers, tras el que se esconde un guitarrista
original y luminoso, Álvaro Espinosa.
Es un recorrido por un carrusel de ritmos balcánicos, psicodélicos, magrebís,
romanís, armenios, con un toque cabaretero en algunas ocasiones, que hacen del
disco toda una joya extraña y resplandeciente dentro del panorama musical
patrio, tan huérfano de talento, sinceridad, y de gente que apueste por el
riesgo de defender sus propias ideas.
Antes
de Zenda,
el camino por el que echaron a andar The
Sleeping Philosophers fue con un disco debut en el año 2014, entregado en dos partes independientes y tituladas The
Time Of The Sleeping Philosophers y Baghdag. En ellas, Álvaro Espinosa ya demostraba que sus
capacidades musicales alcanzaban más allá de la guitarra y de la voz. Se
atrevía, además, con el melotrón, el piano, el ukelele, el bajo, el sitar…, sin
olvidarnos de que compone la música y las letras.
Aquí
os dejo el clip del tema que da
nombre al disco, Baghdag:
Todo
este torrente creativo, renacentista podía decirse, cristalizó en esos dos
sólidos discos de presentación, que pronto vieron su prolongación en un
tercero, Kayanga, de 2015, y
preñado de aires orientales y especiados, cierto barroquismo delicioso y un
buen hacer que en ningún caso podía detenerse ahí.
Por
eso, dada la capacidad y las características de Álvaro Espinosa, The
Sleeping Philosophers han sacado los provechosos réditos de los trabajos
anteriores para firmar el que hasta la fecha es su último disco y mejor
trabajo: Zenda, recientemente aparecido.
En
cuanto tuve la ocasión de escucharlo ya me decidí a recomendarlo como el disco
del mes para el sitio Mi Nueva Edad.
Podéis acceder a mi reseña en el siguiente enlace:
Sin
embargo, por las características de publicación en esa web, las crónicas no
permiten que uno se explaye tanto como aquí, en Achtung! —al fin y al cabo este es un sitio mucho más musical, al
menos de momento—por lo que ahora saldo mi deuda de una aproximación algo más
profunda a las canciones que componen este magnífico Zenda.
Ya
he anunciado la gran cantidad de ritmos que aparecen en este trabajo de hibridismo cultural o fusión musical.
Es algo que le proporciona un relieve especial, porque encontrarse con tanta
riqueza en un disco no es corriente, y si añadimos su producción notable, el
resultado es una rareza dentro del
exangüe panorama patrio de epígonos, artistas consagrados con el piloto
automático encendido —y la luz de la reserva también— desde hace décadas, radio
fórmulas y otras basurillas televisivas.
En
una era del consumo rápido, un disco que necesite de diferentes y atentas
escuchas para que podemos apreciar todos sus matices, parece condenado al
olvido. Por eso estoy hablando de él aquí, para rescatarlo de un ostracismo tan
injusto como cerril. Pero todo eso, aplastado bajo el tremendo peso de la calidad
de las canciones que componen Zenda, nos da igual. Hablemos de
música.
Nietzsche
ha sido denominado frecuentemente como el filósofo
del martillo a causa de sus ideas críticas con los pilares culturales y
religiosos de nuestra sociedad, por su radicalidad, y como no, por su libro El
ocaso de los ídolos o cómo se filosofa a martillazos (Austral). De igual manera, la primera
canción de Zenda, la titulada A
Story, ejerce de composición nietzscheana,
cuyo cometido es romper con todo lo que pueda esperar el oyente, y que arranca
con la voz de Álvaro Espinosa acompañada
tan solo por unos acordes de guitarra de ciertos retrogustos medievales, ejerciendo
esa función de martillear casi sin base musical hasta que arranca la música.
Diríase
que este principio es como el de un elefante en una cacharrería, algo que
también tiene mucho que ver con la forma de pensar de Nietzsche. Álvaro Espinosa
quiebra con su voz arriesgada algunos de los estándares musicales, barriendo de
los anaqueles la mediocridad, el aburrimiento y la falta de originalidad. Con
todo ese bagaje que atocina al rock español reducido a escombros, ahora sí,
puede comenzar el festival de Zenda.
La
música de A Story se une a la voz
para entregar el primer tema del disco, con el recuerdo de bailes y violines
zíngaros, y presentar un inicio ante el que ya debemos colocarnos las gafas de
sol, y elevar, sorprendidos, el volumen de nuestros auriculares. Menuda forma
de empezar.
Sin
duda, Zenda es un batido musical de tantos sabores como países hay en
el mundo. En estas melodías se amalgaman todo tipo de influencias, y por ello
no resulta sorprendente encontrar ya en el segundo corte una joya como Carousel, cantada en italiano, como
homenaje a uno de los ídolos de Álvaro
Espinosa, Adriano Celentano.
Pero la canción, con su ribete rococó, y de big
band de arrabal siciliano, hace las veces de un Marsilio Ficino, filósofo florentino del siglo XV que desencadenó
la corriente del neoplatonismo
renacentista.
Uno
de los grandes temas de Celentano, Il ragazzo della via gluck:
Ficino
mezclaba en sus ideas componentes de astrología, magia, astronomía y la
metafísica de Plotino. Así que, en
cierto modo, era una especie de alquimista, como lo es Álvaro Espinosa en este disco, y también un humanista: en The Sleeping Philosophers hay una
necesidad de ritmos por encima de fronteras, de canciones sin banderas, de
entender la música como una emanación cultural que se expande sobre países y
territorios, cocinando en una gran olla de sonidos todas las tradiciones e
influencias.
Insomnia,
tercer corte del disco, nos trae una composición contenida, que bebe de las
fuentes del rock progresivo, con unos coros que recuerdan a Queen, y también con unos aires
armenios tomados de la banda californiana System
of A Down, pero algo más dulcificados. Este Insomnia es un tema que muy bien podría haber rubricado alguna de
las bandas progresivas más influyentes y de calidad, como Marillion, o la formación actualmente en hiato Porcupine Tree, de Steven Wilson.
Viene
a ser algo así como el contundente discurso de Santo Tomás de Aquino y sus cinco
vías para demostrar la existencia de Dios. Si albergábamos alguna estúpida
duda de este Zenda, tras Insomnia
podemos afirmar: ¡Creemos en The
Sleeping Philosophers!
Quizás
sea por esta deriva del disco hacia el art
rock, pero con guitarras ácidas, que el siguiente tema sea una versión de Pink Floyd. Para cualquier músico
resulta algo notable el poder versionar a la gran banda británica del
sinfónico-progresivo, pero no para Álvaro
Espinosa, en su calidad de líder de uno de los grupos más importantes del
panorama musical, y tal vez el mejor en esta faceta, Pink Tones, que interpretan exclusivamente canciones de Pink Floyd. Si os interesa una crónica
de su último concierto en Madrid,
que publicamos aquí en Achtung!, os
dejo el link:
En
cualquier caso, el tema de Pink Floyd
elegido para la ocasión, Biding My Time,
guarda mucha coherencia con el espíritu de Zenda. Es una canción extraña, con
unos profundos toques de jazz, en una fusión que entabla una profunda
conversación con el resto del trabajo de The
Sleeping Philosophers. Un tema poco conocido que pertenece a un disco de
rarezas, Relics, publicado en el año 1971. Os dejo la versión original
de esta canción tan curiosa, para que podáis compararlo con la versión de Zenda.
Versionar
a Pink Floyd e incluirlo en el disco
es como una vuelta a las fuentes de la filosofía clásica, una canción que hace
las veces de Aristóteles, o de Platón, el origen de la sabiduría.
Question,
con unos teclados efervescentes y profundos, que recuerdan en ocasiones a The Moody Blues, presenta un sólido
trabajo de bajo y batería, que marcan un ritmo pesado que se contrapone a unas
voces con recuerdos a los Beatles, y
que terminan por apoderarse de la composición, junto al punteo de una guitarra
cargada de personalidad. Es un discurso brillante pero racional, al estilo de El
discurso del método (Alianza
Editorial) de Descartes, cuyo
pensamiento racional y sistemático sentó las bases de la filosofía moderna.
Tras
Wonderteeth, una canción donde las
voces frasean con el teclado, y consigue unos momentos chispeantes, al estilo
del Voltaire autor del
Cándido (Cátedra), repleta
de armonía y calidez.
Después
de Wonderteeth llega la segunda
versión del álbum. Se trata de Mind Riot,
canción de Soundgarden,
perteneciente al disco Badmotorfinger de 1991 y que en su
piel de The Sleeping Philosophers se
encarna en una versión suave con una guitarra y una voz femenina de apoyo que
logran un ambiente inquietante pero que se desmelena un poco al final con la
entrada de la guitarra vehemente.
Si
el anterior tributo a Pink Floyd era
un reconocimiento a las fuentes clásicas de la filosofía, ahora, el recuerdo a Soundgarden es una forma de hermanarse
con esos pensadores modernos, que han llevado al rock, y a la filosofía —que es
casi decir lo mismo—, por nuevos derroteros.
Estamos
ante una canción que hace las funciones de un Ludwing Wittgenstein que, con su complejísimo Tractacus lógico-philosophicus
llevó la interpretación de la lógica y del lenguaje a otros niveles. Y Soundgarden, en su calidad e grupo independiente
y de referencia, no cabe duda que ha sabido abrir nuevos caminos
experimentales.
Esta
es la versión original de Soundgarden:
(Am I)
y Zenda son los dos últimos cortes
del disco. En el primero pueden encontrarse ciertos e inevitables recuerdos a Roger Waters, pero es que en este tipo
de composiciones en donde Álvaro
Espinosa se encuentra a solas con su voz, es cuando mejor parece
encontrarse, y eso, evidentemente, es una herencia de las composiciones
introspectivas de Waters. Estamos
ante un discurso intimista y cuidadoso, casi enigmático, como el de Georg Hammann en su Aesthetica
in nuce, el filósofo que fue llamado el Mago del Norte.
El
tema que da nombre al disco, y que lo cierra, parece concluir una especie de
círculo compositivo, conectando de alguna manera con el principio de A Story. Zenda, el tema, propone un compendio de todo lo que ha sido Zenda,
el disco: Ese matrimonio entre voz y guitarra, tan afortunado, unos teclados
potentes pero en su sitio, los cambios de ritmos que hacen de este disco un
trabajo sorprendente, a mitad de camino entre el art rock, la psicodelia, el progresivo,
plagado de fusiones… Toda una veta en la que hay que cavar, investigar en
sucesivas audiciones, para pasmarse con la riqueza de lo que nos propone y de
lo que nos ofrece, al estilo de aquel Giordano
Bruno preclaro y avanzado a su tiempo, el siglo XVI, y que pagó su
originalidad e inteligencia con la hoguera.
Se
culmina, así, un disco que sin duda alguna merece un lugar destacado entre lo grabado en este 2017 de músicas infames en donde hemos vivido, los que hemos
podido, de ver tocar a nuestros grupos veteranos, que tan sólo nos pueden
ofrecer la gloria de sus antiguos éxitos, para protegernos de una música
repetitiva y repetida, de danzantes edulcorados y de productos tan fugaces como
irritantes.
El
disco, a la espera de ser comercializado en algún canal de ventas, puede
escucharse en Spotify o en Soundcloud, con tan sólo llevar a cabo
una búsqueda sencilla. En Spotify,
además, se encuentran disponibles los anteriores trabajos de The Sleeping Philosophers. ¿A qué estás
esperando para desintoxicarte del panorama actual con su escucha?
Zenda,
de The Sleeping Philosophers, es el
sueño de Álvaro Espinosa, un
idealista del rock. Y ahora ya sabemos, por fin, con que sueñan los filósofos
cuando duermen. Aristóteles, Platón, Plotino, Ficino, Giordano Bruno, Wittgenstein, Hammann, Voltaire, Descartes, Nietzsche, cada vez que descabezan un
sueñecito a la sombra del árbol del conocimiento, sueñan con música. Con buena
música.
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