viernes, 6 de agosto de 2010

No he sabido vivir...


No, no he sabido vivir, nunca he sabido vivir. Ecos de odio, frustración y fracaso me llegan desde la lejanía, también desde el otro lado de la línea del teléfono. No, definitivamente no he sabido vivir. He publicado cinco novelas, he fracasado con cada una de ellas. He escrito muchas más, que no verán la luz jamás, como piedras atadas a mi cuello, abalorios de gran peso que me hunden al fondo. He amado muchísimo y en todos esos amores he fallado, extraviado y perdido al fin. No he sabido vivir, escribir, amar, no... ni tan siquiera he sabido lamentarme, ni he sido capaz de dar pena ni lástima. Me veo en casa, dadas dos vueltas de llave en la cerradura, con la angustia que retrepa por el pecho, con las náuseas de las lágrimas y en los ojos la certeza de que la culpa es mía, solo mía, porque no he sabido vivir. Porque todo esto os pilla muy alejado, os resulta tremendamente ajeno, lo entiendo... por todo eso, porque no he sabido vivir, sin lugar a dudas, ahora merecería morir. He vuelto a escribir esto. He vuelto a merecerlo. He vuelto a hundir mi cuerpo en la mierda porque he renacido del engaño para darme cuenta de que las cosas son siempre como han sido, y no como quería que fueran. Qué iluso, pobre estúpido.
No, definitivamente no he sabido vivir.

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