miércoles, 4 de agosto de 2010

El Dolor


El dolor asciende desde el estómago, se agarra al pecho y estalla en el cielo, como un castillo arcoíris de fuegos artificiales. Porque todo fue un sueño que sucedió una noche, un sueño que soñé, sólo eso, un sueño que tuve. El dolor se encarga de recordarme que fue eso, un sueño, mientras revienta contra el cielo azul o el cielo estrellado de una noche de agosto. El dolor provoca fugas de lágrimas en los ojos incluso cuando ya te faltan las lágrimas por la angustia. Podría atiborrarme a pastillas y alcohol, pero el dolor seguiría allí, ardiendo, en un punto bien localizado, como un agujero negro, una caries en el corazón. Porque con ese dolor debes viajar toda la semana, ida y vuelta, a El Escorial, por carreteras que conoces tan bien (de otro antiguo dolor) y debes trabajar y velar el fin de semana mientras tu mundo se desmorona y tu fracaso se apuntala en tu dolor. Qué poco se puede decir cuando estallan los fuegos artificiales del dolor. El dolor que se aferra al vientre... no se, tal vez sea que haya cenado demasiado... Tal vez sea eso. Un sueño. Una cena demasiado copiosa que provoca pesadillas, una mala digestión. Un final. RIP.

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