lunes, 9 de agosto de 2010
Una palabra
Yo, que trabajo con palabras, lo digo y lo lamento. Con eso, tan sólo con eso, con una palabra, hubiera bastado. Con una palabra, pronunciada a tiempo, se habría detenido el dolor, se habría congelado el sufrimiento y todos seguiríamos nuestro camino, aunque yo viajara agarrado a la desesperanza. Con una palabra, sólo con eso, con la cantidad de palabras que mal utilizo cuando relleno mis fracasos que tienen por nombre libros... una palabra, pronunciada por teléfono, o simplemente por chat, o ni eso, en un sms. Una palabra, a lo sumo, puestos a exigir, dos, quizás, si se me apura, hasta tres. Pero yo no soy merecedor de esas palabras, ni de que se articule una de ellas. No,parece que no me lo merezco, que no merezco lo que cualquiera puede ganarse en media hora. No merezco nada, ni esa palabra. Ni una sola palabra.
Relegado al desprecio y a la maldición ahora veo claramente la realidad de la que una vez creí haber salido y en la que estoy sumido, enfangado en el barrizal de la desgracia. De lo que no podrá ser ya. Porque no escucharé la palabra. Nunca. Esa que sería tan fácil pronunciar.
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