jueves, 27 de junio de 2013

bloombesca uno

“Preguntar qué convierte al autor y las obras en canónicos. La respuesta, en casi todos los casos, ha resultado ser la extrañeza, una forma de originalidad que o bien no puede ser asimilada o bien nos asimila de tal modo que dejamos de verla (…) Cuando se lee una obra canónica por primera vez se experimenta un extraño y misterioso asombro, y casi nunca es lo que esperamos (…) Un signo de originalidad capaz de otorgar el estatus canónico a una obra literaria es esa extrañeza que nunca acabamos de asimilar, o que se convierte en algo tan asumido que permanecemos ciegos a sus características (…) La extrañeza canónica puede existir sin la conmoción de tal audacia, pero el aroma de la originalidad debe flotar sobre cualquier obra que de modo inapelable gane el agón con la tradición y entre a formar parte del canon (…) A los escritores contemporáneos no les gusta que les digan que deben competir con Shakespeare y Dante, y aún así esa lucha fue lo que llevó a Joyce hasta la grandeza, hasta una eminencia compartida sólo por Beckett, Proust y Kafka entre los autores occidentales”

Harold Bloom
El canon occidental
Anagrama, Barcelona 2009
Traducción de Damián Alou.
5ª Edición, pp. 14-18.

miércoles, 26 de junio de 2013

crónicas del armagedón literario (1)



“Los autores por su lado, aceptaron convertirse en marcas comerciales. Es la llamada profesionalización del autor, desde las bienvenidas escuelas literarias, donde los alevines de escritor aprenden de gentes experimentadas los usos y costumbres del trato editorial, desde la nota del contrato hasta el tipo de texto a presentar. La presencia abrumadora de los agentes literarios, ocupados en arreglar la intendencia de los artistas (…) fue sancionada sin mayores problemas, porque descarga al autor de innumerables esclavitudes; por ejemplo, la de buscar salida a sus obras. Esto contribuye a que experimenten de otra manera la vida literaria. Los agentes literarios son como la lavadora, la secadora y el lavaplatos para el ama de casa, que alivia los rigores de la vida cotidiana y lava las mudas, para que los escritores se dediquen a tareas de alto rango. Dicho de otra forma, los agentes crearon un área de servicios de pago para los autores (…) Nos hallamos ante una sociedad literaria en que los escritores son simplemente famosos o desconocidos”

Germán Gullón.
Los mercaderes en el templo de la literatura.
Caballo de Troya, Madrid, 2004, pp. 27-28.


martes, 18 de junio de 2013

novísimo diógenes

novísimo síndrome de diógenes: sólo acumula productos de primeras marcas

festival

la literatura ha sido para mí un festival de agravios

Ser y memoria



“Ser es, esencialmente, ser memoria”.
Emilio Lledó.

Como Galdós



-Yo, caballero, intento que todas mis obras sean como los escritos de Galdós…
-¿Y cómo conseguir eso? No me parece una aspiración sencilla…
-¡Oh, sí que lo es! Yo escribo mis novelas a mi aire…
-¿Y cómo hace para lograr que se parezcan esos textos a Galdós?
-Sencillo: una vez terminadas, preparo una olla de potaje de garbanzos de lo más nauseabundo posible y voy y sumerjo mis originales ahí… que se empapen bien de esa grasilla anaranjada y repugnante y… ¡eh, voila! Listos para leer, empachar, indigestar y, si se leen en la cama, poco antes de dormir: propician buenas y densas pesadillas.