jueves, 26 de mayo de 2011
Francisco Franco, alias bocachancla, vendedor ambulante
Francisco Franco, alias bocachancla, vendedor ambulante, recorría la Península de norte a sur y de sur a norte, pregonando sus delicados y preciosos productos: cintas de colores, estilográficas, tónicos depuradores, papelillos de confeti, serpentinas, abrelatas y navajas suizas... Una tarde de 1936 se despistó, y acabó en un camino vecinal, terroso y polvoriento, bajo un sol de justicia, y se topó con una pareja de guardias que venían, en ese mismo momento, de beberse una docena de ginebras con limón para celebrar que acababan de matar de un tiro en el culo a un poeta local: por subversivo y maricón.
Estos guardias tenía muy mal beber. Primero rompieron toda la mercancía de Francisco Franco, alias bocachancla, vendedor ambulante, que la compraba a precio de saldo en Perpiñán, y después le dieron una paliza de muerte con la que lo mandaron al otro mundo y él, Francisco Franco, alias bocachancla, vendedor ambulante, pasó el tránsito sin decir ni pío, con el verbo florido y bonito que tenía cuando se trataba de colocar a unos ilusos su mercancía.
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