jueves, 26 de mayo de 2011
Carlitos Marx, recitador en verso de la Biblia
Carlitos Marx dedicó los mejores años de su vida, toda su juventud, a poner en verso la Biblia, aprenderla de memoria y luego inició un viaje por todo el mundo recitándola. Daba gusto oírlo. Se subía al púlpito de la iglesia abarrotada de fieles, porque su fama ya trascendía los pueblos, las ciudades y los continentes, y se entregaba a sus ripios que encendían el Apocalipsis, que era lo más pedido y lo que más gustaba, en las imaginaciones de los presentes. Dicen que había estado en Tierra Santa, otras habladurías afirmaban que acompañó la Cruzada de los Niños con sus versos para darles fuerza en la fe mientras sufrían una infame degollina a manos del sarraceno...
Una tarde de invierno, en el Duomo de Florencia, Carlitos Marx recitaba ante un auditorio embobado. Afuera, la ciudad sufría la peor epidemia de peste de su historia, y eso había llevado a la gente a escuchar a Carlitos y sus rimas del Apocalipsis porque, en épocas de desgracia y gran tribulación, parece que escuchar ese tipo de historias reconforta el corazón. Si uno se fijaba bien, y se encontraba lo suficientemente cerca, podía ver en el fondo de la pupila de Carlitos Marx, mientras recitaba fragmentos rimados apocalípticos, las figuras del Infierno, de penitentes arrastrándose por páramos infectos y cenagosos y hasta a Satán, sus peludas piernas atrapadas en bloques de hielo y su rostro con las tres caras de la traición pintadas. Algunos aseguran que Dante Alighieri pudo verlo, y rápidamente se fue a escribir un disparate alucinado que resultó ser una obra maestra de la humanidad.
Esa tarde, en Florencia, en el Duomo, entre el público, dos personas se habían acercado curiosas de ver quién era ese marrano de barbas luengas y erizadas y túnica de pordiosero, que extendía un tufo a mierda a la par que derramaba sus ripios encadenados. Esa tarde, Giovanni Boccaccio y Geoffrey Chaucer coincidieron en el Duomo, escucharon a Carlitos, se hicieron amigos, lo celebraron con buen vino esa noche y luego corrieron a sus respectivos aposentos para escribir sus obras maestras, también, como Dante, mientras Carlitos había agarrado la peste y se moría retorcido entre enormes dolores y vomitonas verdes.
Bueno, eso dicen, que sobre Carlitos Marx, recitador en verso de la Biblia, muy pocas cosas son seguras, y ni mucho menos, veraces.
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