miércoles, 28 de agosto de 2013

Some product 2




“El problema es similar a lo que sucede con el resto de los productos comerciales. Nadie vende el jamón ibérico explicándote las características de tan delicioso producto; tú dices: “Jamón ibérico”, y si el bolsillo lo permite, a la cesta, salmón noruego (…) igual. Pérez-Reverte, Millás, a la cesta. No preguntas: “Oye, y de qué se trata”, no importa. Compras el producto por la marca en lugar de por el contenido”.

Germán Gullón.         
Los mercaderes en el templo de la literatura.
Caballo de Troya, Madrid, 2004, pp. 161-162.





Fría mañana de agosto en Alderaan



Hoy, 28 de agosto, he despertado nublado y frío, todo yo mapa de isobaras y bajas presiones, agudizado ese dolor en el costado que vengo sintiendo desde hace casi diez días. Por las noches extiendo la mano al vacío y se me llenan los puños de nada y, el costado, de nuevo mi costado, siente ese frío de cauterio.

Esta mañana de 28 de agosto soy una mancha de estación metereológica, soy mapa de borrascas mientras le hablo a la almohada que me contesta sin tus palabras.

He derramado los ojos de miel en el tarro del colchón, he dolido de costado a bajas temperaturas y, con ello, estos días, he viajado con Marty McFly a un pasado de roturas de los amores, de refrescos y azúcares derramados en las barras de escay de los bares, de máquinas de tabaco como mortajas, amargas y cicateras, de besos al aire de cianuro, desganados.

Hoy, 28 de agosto, esta mañana del 28 de agosto, soy mineral frío y duro, mineral corroído y corrosivo en mi costado. Pongo Too long in exile de Van Morrison con la esperanza de que su voz solar derrita el frío con el terciopelo de su curación.

Esta mañana del 28 de agosto, esta mañana, he regresado de nuevo con McFly, para retornar a mi vida anterior, a mi vida de aspirante a nada, para que juntos recojamos esa miel derramada de los ojos y entrelazada con el edredón; para que seas tú la que venga con el calor de tu aliento a susurrarme que somos la vida, y con ese aliento derritas el frío de patio de colegio en matinal de enero que me juguetea, acaracolado, encabritado en el costado, a meda mañana enfurecido por el mordisco de la soledad del hambre, que me hunde y que me llaga.

Porque no me cabe duda alguna: será tu aliento, después tu respiración, y luego tu boca, y tus labios, los que implantaran ese termostato de Robocop en mi costado de serie B, para así olvidarme de las cenizas del frío, redimirme en tu calor de pistolas láser y abrazarnos como si formáramos parte de un descomunal juego de Tetris humano: tú, la pieza en forma de ele de color rojo, y yo, la pieza del cuadrado azul: encajados en mi deshielo de un helado día de una gélida mañana del 28 de agosto y de un despertar sin ti que ha sido todo silencio e implosión como el instante en que se dinamitó Alderaan.

Sí, hoy 28 de agosto, es como esa mañana atemporal en que se despedazó Alderaan, todo silencio y frío azulado y negro de galaxias y espacio, con la tristeza girando sin gravedad como una enorme pieza del Tetris humano desparejada.

martes, 27 de agosto de 2013

Metaliterhartura






Y una mañana lluviosa, en el interior de un reputado cafetín en donde los sesudos académicos, los escritores de pro y los autores posmodernos que salían en los programas culturales de la televisión y copaban las reflexiones en las tertulias de las radios con manifestaciones geniales en las cuentas de Twitter, esa mañana de café sólo y cigarrillos, patillas de hacha y sonrisas envidiosas y melladas, esa mañana de ocurrencias en Facebook hasta la nausea (poco sartriana) y notables hashtag repulsivos, esa matiné, la propia novela, harta de que manosearan su nombre, de que la mentaran en vano, esa mañana, entre las tazas con cercos de bocas plagiarias, entre citas de Bordieu y Paul de Man, con las cañas de cerveza desgasadas, los pepinillos con relleno de anchoa, esa mañana, la propia novela en un acto de valentía (o de desesperación, vaya usted a saber) se propuso a sí misma como motivo novelesco, visto el agotamiento que en los cerebritos de esos autores tan sesudos había provocado durante las últimas décadas.

Y tras alguna mirada de soslayo, alguna que otra sonrisilla mellada de fracaso y unos eructillos disimulados por lo bajinis mientras se lo pensaban, todos aquellos fracasados encaramados a sus podios de ego le hicieron caso, les pareció una gran idea, y la propia novela, que se propuso como motivo novelesco, fue, desde entonces, un motivo novelesco.

Y nació la metaliterhartura, que tan pronto desvirtuaron aquellos maestros de palabras grasas y párrafos enfangados.

Y los escritores tan contentos, porque, con ella, con la metaliterhartura, no hacían sino masturbarse las conciencias de autores con gran placer y se hacían ilusiones de genios.

Y, además, algunos, hasta llegaron a cobrar por eso.