*Esta columna se publicó en achtungmag.com:
http://www.achtungmag.com/el-mundo-empresarial-moderno-la-literatura-y-el-camino-del-heroe/
Ayer por la tarde tuve la suerte de poder asistir a la presentación de la empresa Wave8 que tuvo lugar en Madrid. Wave8 es una empresa especializada en programas de Liderazgo y de Crecimiento Personal. En principio, esto parece que pueda tener poco que ver con la literatura, asunto exclusivo que me ocupa en esta columna de los viernes de El Odradek de Achtung! Sin embargo, las ideas de estos cuatro socios están bañadas por referencias literarias, tanto, que en su página web nos reciben con una frase de Proust: “Aunque nada cambie, si yo cambio, todo cambia”. Y lo que es mejor todavía, su programa de Liderazgo Personal se desarrolla bajo el lema y las etapas del muy literario Camino del Héroe.
Durante la amena presentación de Wave8 uno de sus socios, Regino Quirós, hizo varias referencias literarias: habló de Herman Hesse y de su peculiar concepción del mundo que, si no recuerdo mal, aparece en Siddhartha (Debolsillo). Además, trajo al presente un término crucial en narratología como es la anagnórisis o el reconocimiento, tomada de la gran tradición grecolatina, al igual que reflexionó sobre el papel de cada uno en su vida en función de si quería pertenecer al coro griego o al Héroe que protagonizaba las obras y su acción.
Y en función a esa idea de ser Héroe, introdujeron su programa El Camino del Héroe. Las cosas aquí respiran literatura por los cuatro costados, curioso tratándose de asuntos empresariales. En primer lugar, el empleo como inspiración de esa idea del mundo que aparece en Siddhartha: Hesse plantea en su novela una especie de alegoría sobre la búsqueda del sentido y del crecimiento personal. Esta búsqueda culmina en el conocimiento propio.
Hesse escribió Siddhartha después de la Gran Guerra, es decir, de la Primera Guerra Mundial. Una guerra brutal, donde las carnicerías y los ataques con gases fueron tristemente famosos. Una guerra que, a la espera de la Segunda, parecía haber descendido al hombre a los infiernos, era ya imposible que cayese más bajo, despojado de todo humanismo y compasión, es decir, ausente por completo de conocimiento.
Esta es una de las motivaciones en la escritura de Siddhartha, pero no la única. La búsqueda de la sabiduría en el conocimiento propio necesita, obligatoriamente, del encuentro con un maestro que, más que enseñarnos, es capaz de canalizar nuestras potencias. No extraña, por ello, que Regino Quirós, en la presentación de Wave8, se refiriera a este libro, porque en sus programas de Liderazgo y Crecimiento Personal también actúan como mentores.
Pero no os voy a engañar: a mí lo que me atrapó desde el primer momento fue esa aplicación empresarial de un motivo literario-mítico como El Camino del Héroe que yo he utilizado para analizar diferentes libros en mi Taller de Literatura Comparada, sin ir más lejos con El incidente del perro a medianoche (Salamandra) del británico Mark Haddon.
Fue el británico John Campbell, especialista en mitos y antropólogo, quien desarrolló esta idea como una forma de fijar el recorrido narratológico básico de muchos héroes de la épica. De una forma más abstracta, decidió bautizar este patrón de comportamiento literario como Monomito, tomando esta palabra de la intraducible novela de James Joyce, el Finnegan´s Wake, llamándolo así por vez primera en la publicación de 1949 titulada El héroe de las mil caras (Fondo de cultura económica).
De esta forma, el Monomito o, si nos gusta más (a nosotros nos gusta más, creo) El Camino del Héroe, está presente en las construcciones míticas de las leyendas épicas, sea cual sea su propia tradición cultural. Este Camino del Héroe pasa a formar parte así de los arquetipos jungianos tan útiles a la hora de establecer estudios desde la perspectiva de la Literatura Comparada.
El Camino del Héroe, formulado y reformulado por diferentes estudiosos, puede albergar más o menos estaciones o puntos determinantes de avance en la odisea, pero, fundamentalmente, se basa en algunos coincidentes. Basado en un esquema de Salida-Iniciación-Regreso, cada fase se compone de sub estaciones en donde el Héroe va conformando su personalidad en función de cómo resuelve las pruebas que le van saliendo al paso.
Dentro del gran apartado denominado Salida, son inevitables las fases conocidas como Llamada a la aventura, Rechazo de la aventura, el Encuentro con el Mentor y el Cruce del Primer Umbral. Sobre todo esto, y como escrito sobre un papel cebolla que lo copiase al detalle, podemos utilizar como ejemplo las historias de la Guerra de las Galaxias (de hecho, en su uso y abuso del mito convertido en chascarrillo de chancleta y pandereta y repetido hasta el empacho, parece radicar su éxito desmesurado) pero no me da la gana, así que os lo ilustraré con la novela de Mark Haddon que os cité antes y de la que, por cierto, se está exhibiendo en Madrid una adaptación teatral.
El protagonista de Haddon, es decir, su Héroe, es Christopher Boone, un muchacho que padece, aunque en la novela nunca se mencione el nombre de la enfermedad, un trastorno de autismo que le hace ser tremendamente dependiente de su padre, pero que, en un momento determinado, tendrá que iniciar la búsqueda de su madre por sí solo atravesando Londres (no creo en los spoilers literarios, lo siento, los que me conocen ya lo saben, la lectura no consiste en una colección de finales, sino en un compendio de recorridos que se interrelacionan entre sí, así que aquellos que aún vivan en la prehistórica idea de leer para alcanzar un final deberían de abandonar ahora, porque voy a destripar el libro).
En primer lugar, he dividido la novela de Haddon en tres actos. El primero, que alcanza hasta la página 157, nos presenta los cuatro puntos fundamentales de inicio del Camino. Christopher, el muchacho, vive en su mundo ordinario, conocido, repleto de rutinas que le proporcionan seguridad, en un ambiente familiar que establece la protohistoria del Héroe. Entonces, se produce la llamada a la aventura, en el momento en que descubre el cadáver del perro de la vecina atravesado con una horca. Este misterio le presenta un desafío, averiguar quién ha matado al perro.
La respuesta al reto transforma su rutina apacible. Sin embargo, una serie de problemas al respecto harán que deba rechazar esta investigación de momento… La situación se complicará cuando el chico descubra que su madre, a la que creía muerta, sigue viva: estamos ante el auténtico reto; acudir a buscarla al otro extremo de Londres.
A la par, la psicóloga y educadora Siobhan ejerce de mentora con el chico, y le va dando claves para superar los problemas y superarse él mismo. De esa forma, tras llevar a cabo una serie de aprendizajes, estará capacitado para iniciar el viaje.
El segundo acto de la novela comprende de la página 157 a la 229, y en él se desarrollan las siguientes fases del Camino del Héroe: se produce El cruce del primer umbral, cuando el protagonista realiza su salida al mundo ordinario sin tutela y afronta lo desconocido. Después, tras diferentes pruebas, retos y enfrentarse a los adversarios, en especial a la policía del ferrocarril, Christopher comienza a comprender el funcionamiento del mundo y el objeto de su aventura.
Así, entrará en la fase del Acercamiento a la cueva profunda, y luego en la llamada Prueba traumática, en donde debe sobreponerse a sus miedos y afrontar la realidad. Esta fase de odisea desencadena el tercer acto.
El acto tercero abarca desde la página 233 hasta el final: aquí el Héroe Christopher obtiene su recompensa, que es la reunión con su madre; es decir, acaba de alcanzar el más allá, el lugar por el cual inició el viaje y soportó toda la aventura.
Tras esa recompensa, el Héroe inicia su camino de vuelta, en este caso el retorno al mundo ordinario, pero con una personalidad enriquecida que ha madurado hasta alcanzar el umbral de su casa y completar el retorno final. La vida de Christopher se estabiliza en sus relaciones paternas y maternas. Ha conseguido el objetivo del Camino del Héroe: transformarse así mismo a la par que transforma su mundo ordinario. Así lo manifiesta el propio protagonista:
“Y sé que puedo hacer eso porque fui a Londres yo solo, y porque resolví el misterio de ¿Quién Mató a Wellington? y encontré a mi madre y fui valiente y escribí un libro y eso significa que puedo hacer cualquier cosa”.
Tal es este Camino del Héroe literario. He empleado el ejemplo del libro de Mark Haddon, pero podemos buscarlo en El guardián entre el centeno de Salinger o en la Odisea de Homero, nos da igual el tipo de novela o de obra. Este circuito arquetípico trabaja con el inconsciente colectivo, de ahí que el lector se identifique de inmediato con las peripecias, crisis, desafíos y triunfos del Héroe.
Os comparto una reseña crítica que hice del libro de Mark Haddon para el sitio Mi Nueva Edad:
En Wave8, regresando al asunto que me ha inspirado esta columna de hoy, han tomado como ejemplo de superación y aprendizaje este Camino. Un Camino en donde el héroe es capaz de transformar su mundo ordinario en un mundo especial, un mundo en donde experimenta lo que podríamos definir como una nueva resurrección tras desarrollar el ser interno que acabará completando el circuito de formación.
Así, se generan las historias literarias. Nosotros, los literatos, a los que nos gusta la literatura, quienes, simplemente, la amamos, celebramos con asombro que todo esto se aplique y traduzca en técnicas empresariales tan complejas y lejanas a nuestras bibliotecas y libros polvorientos. Estos programas innovadores que beben de nuestros arquetipos literarios con los que hacemos las novelas son ahora programas que caracterizan a la empresa moderna y competitiva: esa empresa que se ocupa de las personas.
Como la literatura, al fin y al cabo; porque ¿en qué otra podría consistir la literatura sino en ocuparse de las personas?