Esta entrevista apareció en achtungmag.com:
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Nuestra Galería de Cronopios recibe a su tercer invitado. En esta ocasión se trata del escritor Fernando Marañón que en 2017 publicó su primera novela, Gilda en los Andes (Berenice). Sin embargo, no significó su debut literario porque antes ya había editado Circo de Fieras (Aache ediciones), un compendio más que interesante de prosas breves cargadas de un humor negro y una ironía disolvente. Fernando Marañón une el cine a sus grandes pasiones, y es un reconocido crítico que, además, ha escrito el libro Tiene delito (Nowtilus), sobre personajes cinematográficos que acompaña con ilustraciones de su propia mano.
Revista Achtung!: Literatura, dibujo y cine, son tus pasiones. ¿Puedes compaginarlas todas? Has escrito una novela sobre cine, eso ya aúna a dos de las tres. ¿Te ves obligado a dejar de lado alguna?
Fernando Marañón: Al cine es algo a lo que me aproximo más desde la afición. Aunque haya trabajado gracias a ello en radio, haya hecho crítica o cubierto festivales, siempre me he considerado más un espectador. Sin embargo, en el dibujo y en la literatura siempre he estado del lado de la creación activa; no obstante, ya hace tiempo que se me paso la necesidad de tener que elegir qué cosa. Ahora solo mandan los recibos. Si facturo más escribiendo que dibujando, pues me dedico a eso, y si es al revés, pues a dibujar. Va en función del beneficio. ¿Qué es lo que soy vocacionalmente? No lo sé. Las dos cosas me gustan y podría apostar por cualquiera de ellas.
Revista Achtung!: Trabajas en algo que nada tiene que ver con la literatura. ¿De qué manera lo compaginas con escribir y, sobre todo, con que plazos y de qué formas afrontas la creación de una novela?
Fernando Marañón: Pues lo hago durmiendo poco. Con cada libro que he escrito se ha dado una circunstancia diferente. Por ejemplo, el libro sobre cine lo generé, inicialmente, como el sustitutivo de un catálogo de los dibujos que contenía, lo escribí muy deprisa. Lo maduré mucho, pero no tuve que buscar demasiado. En el caso del libro de relatos Circo de fieras me marqué la exigencia de que fueran textos muy cortos; pensaba en el principio y en el desenlace, escribía una primera versión y como era un volumen pequeño lo podía repasar cuantas veces quisiera y tampoco noté la necesidad de buscar un momento o un tiempo especialmente adecuado para ello. Con la novela de Gilda en los Andes sí, claro; la novela es un bicho que necesita una continuidad, más menos intuyes el tamaño que va a tener, aunque nunca a ciencia cierta, así que alcanzas un momento en el que tienes un volumen de texto sobre el que tienes que moverte de un lado a otro estando muy pendiente y de forma muy continuada. Así que fue una BlackBerry con un tecladito como de máquina de escribir diminuta que me permitía mandarme el texto por correo electrónico y luego, por la noche, le dedicaba un par de horas. Pero era un texto sobre el que a lo largo del día ya había trabajado a ratos muertos; y así un día y otro hasta que generé todo el texto en bruto. Luego, para moverte dentro de esa selva ya no te vale un móvil, y necesitas el ordenador.
Revista Achtung!: ¿De dónde sacaste el tiempo para Gilda en los Andes?
Fernando Marañón: Entonces ya sí, le robas tiempo al sueño. Porque no tienes otra: trabajas, tienes a la familia que atender… Al final lo que haces es prolongar la jornada, o anticiparla. Yo prefiero prolongarla porque soy un ave nocturna. A las cinco de la mañana no me levanto ni por un libro ni por casi por nada… Por la noche sí puedo seguir, aunque lo hice ya en la última fase de la escritura, porque la gran parte de Gilda en los Andes la generé entre desplazamientos, entre reunión y reunión, en todos esos tiempos muertos… Una hora de transporte es una hora de escritura, y yo trabajo deprisa, la primera versión la suelo escribir rápido. Tardo luego en repasar, pero no en crear. Me cundía mucho porque cada día generaba cinco o seis páginas en bruto. Al final de un año a ese ritmo tienes un material enorme. Mucho más del que necesitas.
Revista Achtung!: ¿Por qué decidiste que tu primer libro largo, tu primera novela, iba a tener ese componente de novela negra?
Fernando Marañón: Yo quería que la novela fuese de género, protegerla dentro de un molde porque tenía el temor de querer incluir demasiadas cosas en el texto, hablar mucho de uno mismo y dispersarme. Todos esos defectos que las óperas primas, sea en el género que sea, pueden tener: que quieres decirlo de todo, meterlo todo. Al final, te preguntas: ¿de qué me está hablando esta persona? Pensé, desde el principio, en un molde de género porque eso te obliga a ser mucho más preciso, a ir por un camino, sin salirte, y así cuentas, de todo lo que querías contar, sólo aquellas cosas que funcionan dentro de ese camino. Y aún así, alguna cosilla está puesta por capricho, pero son las menos porque sabes que tienes un espacio muy pequeño para los caprichos. Por este motivo lo quería todo dentro de un género. Y la novela negra es un género que, además, engancha al lector de primeras. Después, en el personaje central vuelcas ya todas tus proyecciones y obsesiones, pero lo importante es la peripecia vital que vive. Hay un misterio a desentrañar en el género que lo hace interesante. Gilda en los Andes es como un embudo, a medida que se acerca a su final la estructura de novela negra va estrechándose, comiéndose al resto. Al principio quieres dar las referencias suficientes de los personajes, pero una vez resuelto eso, toca solventar el problema, y por eso la novela avanza desde esos planteamientos iniciales en donde caben más cosas hasta alcanzar un juego de novela negra. Y lo entiendes cuando acaba, porque conoces de donde vienen esos personajes y el qué los motiva, puedes definirlos en función de si han resuelto o no sus problemas, y ya sabes si se han transformado y en qué.
Revista Achtung!: ¿Tenías a algún escritor como modelo para este tipo de novela de género?
Fernando Marañón: Uno, no. Tenía muchos. Es la ventaja de poder escribir una novela así con un montón de años a cuestas. Has leído mucho y has visto muchas películas. Eso te permite dejarte llevar si necesidad de vigilar a quién estás siguiendo. Después, cuando te la lees con ojos muy finos detectas si te estás arrimando a este o a aquél… Muchas veces los referentes no son conscientes, después caes en la cuenta. Has leído a todos, a Le Carré, a Agatha Christie, y eso te ha dado un bagaje que te ayuda a escribir, pero no tenía el referente claro mientras lo hacía. Pensaba en algo con un aroma un poco inglés dado que en Gilda en los Andes hay un viaje, saco a un personaje de su hábitat o contexto natural, hay espías, y los espías son algo de mucha tradición en la literatura inglesa… También es una vuelta de tuerca a la novela nórdica de moda, como tú muy bien has dicho en alguna ocasión…
Revista Achtung!: En efecto, parte de la acción de la novela sucede en Tromso. ¿La novela nace de tu viaje a Tromso o ya la llevabas pensada cuando visitaste Noruega?
Fernando Marañón: La idea nace del viaje. Tenía varias novelas en la cabeza, pero Gilda en los Andesno estaba entre ellas, y se puso la primera con motivo de una reunión con otro escritor que conoces, que ha formado parte además ya de esta Galería de Cronopios, me refiero a Juan Laborda Barceló. Al regreso del viaje quedé con él y le conté mi experiencia. Laborda vio una novela en el acto. Pero no en mi peripecia, sino en Tromso, en la noche polar, en el lugar… Me di cuenta de que tenía razón, por lo que armé unas líneas básicas que dieron lugar al germen de Gilda en los Andes. Así que no, no fui a Tromso con la idea de la novela… Después sí que he visitado algunos otros lugares con la intención de corroborar o comprobar que mi memoria no me traicionaba. Y esos viajes ya eran con la novela en la cabeza.
Revista Achtung!: Dicen, aquellos críticos que entienden de Literatura, que un buen novelista posee una voz propia. ¿Ya la tienes? ¿O a cuanta distancia crees que te encuentras de ella? ¿Te vas a seguir caracterizando por la forma de narrar en Gilda en los Andes o piensas cambiar de registro?
Fernando Marañón: Sí, creo que tengo una voz propia que ya adquirí hace tiempo y que luego he ido modulando y que ha ganado a base de trabajo. Los personajes de Gilda en los Andes tienen más recorrido. Estoy escribiendo otra historia sobre ellos, aunque independientemente están en la cabeza otras dos novelas que no tienen nada que ver. Esta siguiente novela me resulta algo más fácil porque ya tenía los personajes construidos y porque los escenarios los conozco muy bien. La falta de tiempo hace que busques siempre atajos para que la producción no se demore demasiado.
Revista Achtung!: ¿Y qué es lo que buscas cuando escribes? ¿Cuál es el objetivo?
Fernando Marañón: Tengo dos objetivos. En primer lugar, pasármelo yo bien haciéndolo, porque esto no da para vivir, salvo que se alineen los planetas y se den una serie de circunstancias que van más allá del talento: la suerte, el negocio… Hay un montón de factores que influyen para que puedas vivir de esto, y en España…, en fin. Por lo tanto, no escribo libros para ganar dinero, al menos a priori, dado que eso nadie lo puede planificar, y por eso el primer objetivo es pasármelo bien. A mí, escribir me alimenta el espíritu. El otro objetivo es que aquellos que me lean pues se lo pasen bien también, que alimenten su espíritu leyéndome, pero no porque yo escriba cosas profundísimas que marquen una impronta… Me bastaría con que se leyeran Gilda en los Andes un verano y lo recordaran por habérselo pasado bomba con el libro… Digo que me bastaría, pero vamos, eso ya sería mucho, desde luego.
Revista Achtung!: ¿También lo pasas bien incluso con todo lo que tiene de duro, pesado o exigente este oficio de escribir?
Fernando Marañón: Por supuesto, lo pasas bien incluso cuando sufres en el proceso de creación porque es un sufrimiento que te impones a ti mismo. Te metes en un callejón sin salida con unos personajes o con una situación y luego tienes que resolverlo, y en ese proceso te lo pasas muy bien. Al final, el balance es que has disfrutado mucho construyendo tu universo. Si, además, ese universo empatiza con alguien, y ese alguien lo disfruta, pues la satisfacción es enorme.
Revista Achtung!: Hablando de sufrir: habías publicado sobre cine, el libro de relatos, pero esta ha sido tu primera novela, lo que podríamos denominar tu primera experiencia editorial grande… ¿Cómo la calificas?
Fernando Marañón: Es decepcionante. Pero no solo para mí, creo para la inmensa mayoría de los autores de lengua española y, si nos quedamos particularmente en España, aún es más. Es decepcionante desde hace mucho tiempo, ya lo dijo Larra, aquello de que escribir aquí es llorar. Siempre tienes un inconveniente para juzgar esto y es la inercia que tenemos los españoles a pensar que la culpa de todo lo que pasa es ajena a uno mismo. La editorial, los distribuidores… Todos son unos tuercebotas menos tú. Y claro, la novela también tiene algo que decir aquí. Puede ser más densa, menos densa, amena o no tanto, aunque por supuesto tú te pienses que está perfecta. No puedes saberlo, es imposible conocer qué porcentaje de decepción corre de tu cuenta, cual corre de cuenta del editor, del distribuidor, del librero, de todos los actores en juego. En efecto, es decepcionante, pero es que el mundo editorial español es decepcionante. Desde luego que tiene buena parte de responsabilidad en todo ello, pero no sabes hasta qué punto es toda la responsabilidad.
Revista Achtung!: ¿Esta decepción se inscribe dentro de una crisis generalizada de las Humanidades, o las Humanidades están en crisis porque hay una quiebra general de valores?
Fernando Marañón: Yo creo que la crisis no es tanto de Humanidades como un problema del espacio y del tiempo de ocio de los que se ha apoderado el teléfono movil. Y ese tiempo de ocio va contra unos ocios anteriores que estaban más relacionados con las Humanidades. La lectura ha ido perdiendo terreno frente a las pantallas: la del ordenador, la del cine, la del televisor, la del teléfono. La lectura se ha ido quedando en un espacio que está al borde del frikismo. La lectura ya es muy poco usual, casi diría que elitista. Realmente, en España la lectura ha sido siempre algo elitista, tuvo su momento de expansión, pero es algo que pertenece a las élites. Y no se trata de que la gente no lea. La gente lee en el móvil, lee el periódico, lee el blog de alguien, una página web, mensajes, correo, el muro de Facebook… Están leyendo, pero en el teléfono movil, y en ese soporte no se puede leer una novela ni un clásico, ni ningún tipo de libro, porque es incomodísimo.
Revista Achtung!: Coincidirás en que un par de grupos editoriales lo capitalizan todo, de hecho editan un tipo de literatura de merchandising que podríamos denominar como de capitalismo cultural y a la que pertenecen los autores que más venden y que, generalmente y salvo excepciones, no poseen ni una gota de calidad literaria. ¿Crees que este capitalismo cultural está contribuyendo a arruinar el oficio de la literatura?, ¿será posible contrarrestarlo de alguna manera?
Fernando Marañón: Indudablemente, el capitalismo cultural existe. Es como un círculo vicioso: apoyan a escritores porque venden, pero entonces los demás no venden…, ¿pero esos no venden porque no los apoyan o porque realmente no venden? Esos escritores a los que se apoya comercialmente son mayores, cada vez más, y necesitan un relevo; tendrán que apoyar a una generación que sustituya a esa, incluso aunque sea dentro de ese capitalismo cultural. Pero esto no solo sucede con los libros y la literatura, ocurre con cualquier producto cultural. Los grupos grandísimos, estas editoriales que todo lo controlan, solo quieren que leas sus libros, que compres sus periódicos, escuches sus radios y veas su televisión. Ahora bien, creo que hay un montón de editoriales pequeñas donde la élite lectora que no se compra el último Best seller tiene ahora una grandísima oferta (lo que no significa que el autor que publica en ellas gane dinero, no gana un céntimo). Esas pequeñas editoriales hacen ediciones cortas de pocos ejemplares y apuestan por otras cosas. No redunda en ningún beneficio de los autores, pero de este tipo de editoriales hay muchas, más que nunca. Ofrecen un abanico, para aquellos a quienes verdaderamente les interesa, que es muy amplio.
Revista Achtung!: Y uno de los principales problemas a la hora de vender libros, o cualquier cosa relacionada con la cultura, es que a la gente le resulta muy cara…
Fernando Marañón: La gente se queja de que la cultura está carísima. En todas las ciudades hay librerías de viejo en donde puedes encontrar libros por precios irrisorios, exposiciones gratis, teatro subvencionado, descuentos de todo tipo… Lo que resulta caro de la cultura es el acceso a la cultura mercantil y, además, estrenarla; es decir, lo nuevo. Yo quiero ser el primero que compra el libro, que acude a la película o a la obra de teatro. Eso es caro, pero disfrutar de la cultura, si de verdad te interesa, es muy barato. Una película, si es buena, la puedes ver en cualquier momento de tu vida, no es necesario hacerlo en el día del estreno, y eso es cultura, lo otro es moverse al impulso de la moda. Moverse en ese impulso es muy caro, pero acceder a una cultura intemporal no lo es. La cultura es muy asequible. De hecho, nunca ha estado más asequible. Y lo triste es que nunca ha estado más asequible y que nunca ha interesado menos. Es un problema de nuestra sociedad mercantil en la que solo tiene valor aquello que posee un precio. No sabemos distinguir entre precio y valor; ahora impera la máxima de que cuanto más cuesta algo, mayor es su valor. Quizás, el que haya tantas posibilidades gratuitas o muy baratas de acceder a la cultura puede que haya conseguido que la gente le haya perdido el respeto, y ya no sepa valorarlo como se merece.
Puedes encontrar aquí la crítica que de su novela Gilda en los Andes hicimos en Achtung!:
Y esta fue mi recomendación de Gilda en los Andes como libro del mes de junio de 2017 para la página Mi Nueva Edad: