domingo, 10 de octubre de 2010
Geografía (del desengaño)
Le he pedido pocas cosas a la vida... pero ni eso, tan escaso, me ha concedido. Lo único que me ha regalado, a manos llenas, es mi incapacidad, mi imposibilidad, una gran mordaza con la que taparme la boca y enmudecerme, impedirme confesar lo que me avergüenza. Una mordaza que me impide gritar lo que siento por encima de los parques y los jardines, más allá de las fuentes y de las ciudades, sobre todo el mapa de Europa que disfruta con las llagas de mis heridas.
Es una cuestión de geografía, de negar la geografía, la geografía del desengaño. Es una cuestión de apoderarse de ciudades, de apropiarse de mapas y planos de metro, de recorridos urbanos, de autopistas de circunvalación que terminan, desembocando, una y otra vez, en bancos de parques solitarios, en extraños reflejos en las cristaleras de los edificios, en sentimientos arrastrados por la brisa, en distancias que refulgen con el dolor del plomo y en monumentos de un mármol que duele a la vista y al corazón.
Se trata de eso, sólo de eso, de una estúpida geografía del desengaño.
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El desengaño sin salir de Madrid puede ser mucho más jodido. !Qué se yo! Tampoco son horas.
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