Una vez más, una de las asistentes a mi taller de literatura comparada me formuló una pregunta compleja: ¿Cuáles son los libros que uno debería leer con seguridad antes de morir? Y después, amplió el desafío: ¿Qué libros hay que leer para considerarse con una educación humanista? ¿Qué libros deben figurar en una biblioteca ideal? No son preguntas que se deban responder a la ligera. El universo de Internet anda repleto de listas, de recomendaciones y de prescripciones sobre los libros que se consideran fundamentales, clasificaciones subjetivas que obedecen a criterios de gustos y disgustos. Hoy, en este Odradek, me toca a mí reflexionar sobre estos asuntos que, de vez en vez, atormentan a los bibliófilos y a los lectores.
Hace tiempo, la editorial Grijalbo publicó un volumen con el interesante título de 1001 libros que hay que leer antes de morir. Abramos esta caja de Pandora cultural y echemos un vistazo, somero, a su interior.
El libro se nos ofrece como:
“la recopilación definitiva de los libros que todo el mundo debería leer”.
Como imprescindibles aparecen Las mil y una noches, varios textos de Kafka, pero no entre ellos La transformación; se incluyen relatos —de Poe, por ejemplo—, pero falla en las obras clásicas de Greciay Roma. Una selección discutible.
De la consulta de esta lista, y de algunas otras, acabamos consiguiendo mayor despiste y perplejidad de las que ya teníamos. No sabemos muy bien a qué atenernos. ¿Qué motivos llevan a unos compiladores a opinar que La transformación no reúne méritos que la capaciten para figurar en el corpus de un libro que recomienda lo que hay que leer antes de morir y, sin embargo, incluye como obligatoria La historia de Genji, de Murasaki Shibiku? ¿Tan crucial resultará para nuestras vidas haberse leído Historia de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo? Incomprensible.
Pese a todo, la lista presenta grandes aciertos inesperados: La parranda del gallego Blanco Amor, Austerlitz de Sebald, o el propio Kadaré, junto a disparates monumentales, obras que, desde luego, se encuentran a años luz de ser tan imprescindibles como para hacerles un hueco entre esas 1001: Julia Navarro, Zafón o Almudena Grandes.
Visto lo visto, después de consultar otros compendios que exhiben en sus solapas las promesas de orientarnos en la confección de una biblioteca ideal, o el polémico, inexacto y poco satisfactorio, Canonde Harold Bloom (en donde además ridiculiza y humilla a la literatura española), se puede llegar a una conclusión: hay tantas bibliotecas ideales como lectores, tantos libros imprescindibles como gustos, y las preguntas son preguntas sin solución… ¿O tal vez no?
Me aventuro a asegurar que puedo responder satisfactoriamente. Primero, necesito determinar que cualidades hacen a un libro tan necesario, tanto, como para que lo tengamos que leer antes de morir. ¿Respondemos a criterios de calidad, de estilo, de recepción, de favores de la crítica, de legiones de lectores? No, ninguno de ellos sería un criterio serio, ni valido, ni sincero.
El libro imprescindible, ese que hay que leer al menos una vez antes de morir, es aquél que nos transforma. Somos una persona antes de leerlo, y otra bien diferente una vez terminada la lectura. El texto ha obrado una metamorfosis en nosotros, nos ha cambiado; lo hemos incorporado a nuestro interior y ya no nos abandonará nunca. Forma parte de nuestras células, de nuestro ADN, de nuestro torrente sanguíneo, y nos altera la sustancia, nos ha hecho diferentes.
Esto, evidentemente, presenta un problema: no sabemos que un libro actuará así sobre nosotros hasta que lo hayamos leído. No sirven las recomendaciones, porque un efecto similar en el prójimo no significa que vaya a suceder en nosotros. Así que, leeremos montones de libros que no operen ese resultado, y que serán del todo prescindibles. Pero, entonces, aparecerá un volumen que obre el cataclismo. Ya lo podemos colocar en nuestra biblioteca ideal. Acabamos de inaugurarla.
Obviamente, uno se puede guiar por gustos y críticas para intentar orientarse, y elegir algunos de esos libros que han tenido ese efecto, o parecido, en otros lectores. Conformar la biblioteca ideal es una labor de acierto y error, y solo descartando lo que no nos emociona, encontraremos lo que nos entusiasma. Por ello, construir la biblioteca ideal es una tarea de toda una vida, al igual que nos moriremos sin haber leído todos los libros imprescindibles que hay que leer antes de morir simplemente porque, esos libros, los iremos descubriendo a medida que los leamos.
Aún así, muchos queréis pautas, títulos, nombres. Os advierto que los títulos que citaré a continuación me han removido por dentro, han sido esa gran bola de demolición para mi espíritu, pero ello no significa que tengan que ser cargas de dinamita para vosotros.
En una biblioteca ideal es imprescindible tener algunas de las obras clásicas de Grecia y Roma, obras que han conformado las tradiciones literarias, los mitos, los símbolos y los géneros que han venido después. Así que de esta literatura germinal considero imprescindibles la Ilíada y la Odisea, ambas de Homero, pero no así la Eneida de Virgilio, desvirtuada por su carácter de propaganda política. El asno de Oro de Apuleyo y las Metamorfosis de Ovidio; también las tragedias de Esquilo y la poesía de Catulo.
Como creadores de la novela moderna considero imprescindibles Las Confesiones de San Agustín, el Lazarillo de Tormes y el Quijote, pero veo menos valor en la Celestina o el Buscón, aunque añado el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán en lo referente a picaresca. Por supuesto, no dejo de lado a Shakespeare, pero no todo Shakespeare, con tan solo Hamlet, Julio César y La tempestad, nos bastará. Además, añadiremos las Novelas ejemplares de Cervantes.
A vuela pluma, y sin ser muy juiciosos, dejándonos llevar únicamente por las emociones que desencadenaron en nuestro interior, jamás dejaría a un lado la Divina Comedia de Dante, el Decamerón de Boccaccio y no obviaría el Werther de Goethe —por encima de cualquiera otra obra de Goethe—, ni el Cándido de Voltaire. Además de Frankenstein de Mary Shelley y el Drácula de Stoker, junto a Los novios de Manzoni, Rojo y negro de Stendhal (pero no así La cartuja de Parma), los relatos de Poe, La muerte de Ivan Ilich, de Tolstoi y Crimen y Castigo de Dostoievski.
Por supuesto, por supuesto, también La regenta de Clarín y Madame Bovary de Flaubert…, pero no me parece tan imprescindible Proust… Y si nos metemos en harina del siglo XX ya la lista se desboca de forma imparable. Tanto, que me limito a dar nombres en lugar de títulos: Mann, Böll, Grass, Hesse, Bufalino, Lampedusa, Kundera, Updike, Kadaré, Foster Wallace, Kafka, Joyce, Zweig, Roth…, y etcétera, etcétera, etcétera. Y Miller, y Bernhard, y Kerouac. Y luego los hispanoamericanos. Y los de literaturas escritas en lenguas “no dominantes”, como africanos, checos, búlgaros, polacos, albaneses…
Conformar una biblioteca ideal es una tarea utópica. Solo podemos ir añadiendo a ella libros a medida que los leamos. De igual modo, realizar un recorrido intelectual para obtener una formación humanista o en humanidades, se antoja casi imposible. Siempre habrá títulos que nos sobren y títulos que nos falten. A tal efecto, me pregunto si resulta de verdad necesario leer El discurso del método de Descartes o El príncipe de Maquiavelo desde nuestra perspectiva actual. Habrá quién opine que si y quién sostenga lo contrario.
Estrechemos el cerco: ¿Es necesaria la lectura de alguno de estos libros, impuesta como elemento inamovible de un acervo cultural que debemos adquirir? Sinceramente: no. Los libros imprescindibles son aquellos que nos resultan imprescindibles a nosotros, esos que nos han salvado la vida en alguna ocasión. Es más, nuestra biblioteca debería estar conformada solo por este tipo de libros.
En este enlace puedes leer una reflexión sobre lo que son y significan esos libros que pueden salvarnos, o de hecho nos han salvado, la vida:
Y ahora me pongo serio, porque hay quién opinará que no me he mojado lo suficiente, y voy a ofrecer dos listas distintas de diez libros cada una.
Diez libros que hay que leer antes de morir (da igual el orden):
La broma infinita–David Foster Wallace
El malogrado–Thomas Bernhard
Windows On The World–Frédéric Beigbeder
El tambor de hojalata–Günter Grass
El Palacio de los Sueños–Ismaíl Kadaré
Las mentiras de la noche–Gesualdo Bufalino
Solenoide-Mircea Cӑrtӑrescu
La transformación–Franz Kafka
Matadero Cinco–Kurt Vonnegut
Austerlitz–Sebald
Diez libros que hay que tener en una biblioteca ideal:
Berlín Alexanderplatz–Alfred Döblin
Una soledad demasiado ruidosa–Bohumil Hrabal
Los versos satánicos–Salman Rushdie
La insoportable levedad del ser–Milan Kundera
Si una noche de invierno un viajero–Italo Calvino
Reconstrucción–Antonio Orejudo
América–James Ellroy
Los cuarenta días del Musa Dagh–Franz Werfel
Momentos estelares de la humanidad–Stefan Zweig
El miedo del portero al penalti–Peter Handke
Y de regalo, diez libros que, por uno u otro motivo, me cambiaron la vida:
Spiritus–Ismaíl Kadaré
Bella del Señor–Albert Cohen
El rodaballo–Günter Grass
Ampliación del campo de batalla–Michel Houellebecq
La vida nueva–Dante Alighieri
El libro del desasosiego–Fernando Pessoa
El oficio de vivir–Cesare Pavese
El Aleph–Jorge Luis Borges
De sobremesa–José Asunción Silva
Natura Morta-Josef Winkler
Recordad que cada vez que empezáis un libro es posible que estéis añadiendo un nuevo volumen a vuestra biblioteca ideal. Eso significa que en cada lectura, en cada texto, puede encontrarse el instante de la epifanía, ese momento irrepetible que puede hacernos mejores. Y eso solo lo consigue la buena literatura. La Gran Literatura.