pues sí, soy escritor, y me maté en el
accidente de avión de los rodeos, puede que muchos de ustedes lo recuerden, ese
aeropuerto de mierda y las dos aeronaves como dos bolas de fuego incandescente
y las humaredas negras y el olor a queroseno, el caso es que a mí como que no
me apetecía viajar, o yo que sé, que me daba pereza, o mal pálpito, nunca me
agradó lo de volar, y bueno, venía desde amsterdam a ese congresillo de escritoruchos
que se celebraba en canarias y que ni siquiera puedo aún comprender lo que se
me había perdido allí, tal vez la coba que me dio en una larga conversación
telefónica uno de sus organizadores, que si mi presencia resultaría crucial y
que dedicarían toda una jornada al estudio de mi obra, que si conferencias y
otras zarandajas, pero lo que me engolosó fue lo de que llevara conmigo mi
nueva novela, es decir, el manuscrito bajo el brazo, para que una poderosa
editorial española me la publicara, y yo, cobijado en holanda, recluido en mi
casita de campo, me empaché de ego y gloria futura y me puse en camino hacia mi
propia juanadearcada, y ni siquiera íbamos a ese aeropuerto de mierda, pero una
bombita de un ridículo grupo independentista obligó a desviar el vuelo a tenerife,
mire usted por dónde, y así me vi con mi manuscrito y todos sus personajes, y
todos los proyectos de mis novelas, con sus tramas en mi cabeza, allí sentado
en el butacón y de repente un ruido atronador y las llamaradas que subieron
desde los tobillos por las ingles y como esos casos de combustiones espontáneas
de gentes que se quedan incinerados en el sillón de su casa mientras ven la
televisión, así, mis novelas, mis personajes y mis argumentos y el manuscrito
de mi nueva obra, todo ello, calcinado, devastado en un suspiro de toberas y
rotores y sí, soy escritor, y me maté en los rodeos, puede que muchos de
ustedes lo recuerden, aunque mis libros ahora sean ignorados y nadie articule
una palabra sobre mí, me queda ese consuelo, que me recuerden como parte de las
llamaradas, de las humaredas y de la lluvia de chapas ardientes y piezas de
motor sobre la pista de aterrizaje del aeropuerto, mi ego a la parrilla, y
formando parte de los tacos y maldiciones de los controladores de la torre como
una manera de alcanzar la inmortalidad con una combustión espontánea, como el
tipo ese de iowa que se chamuscó frente al televisor e inspiró un capítulo de la
serie csi y esa gorda en des moines que se flambeó mientras leía un libro y fue
protagonista de un episodio de expediente equis y sí, una inmortalidad no
lograda con mis tramas y mis obras, ni con mis personajes y mis lectores, pero
una cierta inmortalidad a la brasa, inmortalidad de grissom, de mulder y de scully,
y en efecto, soy escritor, y me maté en el accidente aéreo de los rodeos y
puede que a muchos de ustedes les suene, o incluso lo recuerden cuando un avión
embistió a otro que