sábado, 17 de julio de 2010

Teatro Nacional de San José


Afuera, acaso, caía toda la lluvia del mundo. Adentro, el croar de la madera interpretaba sinfonías compuestas por dudosa mano. Los crujidos del teatro se acoplaban a las notas desgajadas de violines temblorosos, interpretados "con fuoco".
En los palcos eclipsados se intuían las figuras recortadas de panamá y habano, venidas de antaño, con retrogusto de rones.
Las fusas y semifusas intentaron acallar por un instante los quejidos de la madera cuando descubrí que eran los lamentos de otro siglo, tal vez de otra época, época de cafetales y hastío en la que el Teatro Nacional quería reencarnarse.

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