... porque soy la estatua de federico rubio en la
noche de insomnio y cabrona: en el parque del oeste de madrid hay una estatua
de un médico de principios de siglo, helada en la primavera oscurecida del
recuerdo, su lateral y su frontal se hirieron con los balazos del frente de
ciudad universitaria cuando eran tiempos de barbudos brigadistas sudorosos y en
alpargatas, de moros falangistas que defendían la raza y de nieve de cristales
en las aulas y pasillos abecedarios de filología... soy como esa estatua de
federico rubio: soy un federico rubio de granito picado en la espalda por
vosotras que me cruzasteis la piel con las escariaciones de vuestros nombres y
por delante magullado y horadado de pequeñas fístulas por vosotras que me
llagasteis con las caricias de unas manos insinceras que parecían remojadas en
vitriolo... soy esa estatua: costrosa por la espalda y el pecho para ya no
saber que dirección tomar, si hacia el pasado en una muerte de lepra o al
viento inficionado del futuro en una agonía de carcomas mientras el taxi recorre la rapidez de la ciudad en la noche de
insomnio y cabrona y me descascarillo sobre la tapicería en un reguero de
blancas esperanzas ametralladas de blancas angustias de blancas asfixias de
blancos desánimos como gruesas lonchas de pedazos de yeso
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