-¿Podría Dios escribir una novela que no fuera capaz, Él mismo, de leerla entera, de acabarla, que tuviera que dejarla a las pocas páginas, asqueado, aborrecido?
-¡Ya lo creo! Claro que puede: ya lo hizo: se apareció en la tierra bajo la forma y el porte de Federico Mocchia y escribió y obró ese milagro literario.
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